Ya No Estoy Aquí – Entendiendo la frontera con Gloria Anzaldúa

Ulises el protagonista a contraluz, en un fondo amarillo

La frontera entre Estados Unidos y México es un lugar de transición y constante conflicto, donde las culturas de dos países se enredan y fusionan. Muchos estamos familiarizados con este espacio ya sea por escuchar historias de amigos y familiares o por creaciones culturales que exploran las dificultades de cruzar y residir en la frontera.

Esta situación es una realidad para millones de personas que se ven obligadas a trasladarse por razones económicas, familiares, o de seguridad; y la transición transforma a quienes se ven obligados a llevarla a cabo. Quienes se quedan en Estados Unidos son designados como aliens por el gobierno y tratados de la misma manera por los locales. Y quienes regresan son acusados como pochos, como traicioneros de su propia cultura.

La película “Ya No Estoy Aquí” explora esta vida fronteriza y el efecto que tiene en la identidad. Esta narra la historia de Ulises, un adolescente líder de una pandilla de Monterrey llamada Los Terkos. Ellos son una comunidad de cholombianos, subcultura enfocada en vestir ropa holgada, extravagantes peinados caseros, y en reunirse a bailar cumbias rebajadas, también conocidas como Kolombianas.

Ulises y sus amigos portan sus atuendos con orgullo ya que los llevan a unirse como una comunidad amante de la música. Ya sea en fiestas, en terrenos baldíos viendo a la ciudad, o en las calles, los amigos se reúnen a bailar y a celebrar. Cuando miramos estos festejos en la pantalla no podemos evitar sentir la calidez y el sentido de pertenencia de la vida Terka.

Sin embargo, la paz de la pandilla está amenazada por los F, un grupo de crimen organizado que comienza a ganar popularidad en la zona. Ulises se mete en problemas con ellos al robarles una radio y presenciar la matanza de otra pandilla, y se ve obligado a migrar ilegalmente a los Estados Unidos para no ser asesinado por los F. De un momento para otro, Ulises se ve arrancado de su comunidad y arrojado a los barrios de Queens, Nueva York.

muchos cholombianos bailando en la calle

Ulises bailando con los Terkos

A través de las ideas de Gloria Anzaldúa, academica chicana, lesbiana, y feminista, podemos explorar los conflictos y contradicciones que vive Ulises al transicionar entre múltiples culturas. En su obra central, “Borderlands / La Frontera”, Anzaldúa explora los conflictos de identidad que surgen en las zonas fronterizas, donde los sujetos se ven desconectados de su cultura y obligados a incorporarse a una diferente:

La frontera México-Estados Unidos es una herida abierta donde el Tercer Mundo roza contra el primero y sangra. Y antes de que se forme una costra sangra de nuevo, la sangre de dos mundos uniéndose para formar un tercer país, una cultura de frontera. Las fronteras están establecidas para determinar los espacios que son seguros y los que no, para distinguirnos a nosotros de ellos. Una frontera es una línea divisora, una franja delgada al costado de un borde empinado. Una zona fronteriza es un lugar vago e indeterminado creado por el residuo emocional de un límite antinatural. Es un constante estado de transición. Los clandestinos y los prohibidos son sus habitantes. Los atravesados viven aquí: los bizcos, los perversos, los queer, los alborotadores, los mestizos, los mulatos, los medio muertos; en breve, aquellos que cruzan, pasan sobre, o van a través de las fronteras de lo “normal”.

Anzaldúa primero explora las fronteras a través de la historia. Inicialmente las tierras fronterizas eran conocidas como Aztlán, la tierra madre de los aztecas. Pero a la llegada de los colonos españoles y británicos, la tierra fue arrebatada y se dio inicio al mestizaje debido a la muerte de millones de nativos y a la mezcla entre europeos y locales. Más adelante, al final de la intervención norteamericana en 1848, se firmó el tratado Guadalupe-Hidalgo, entregando más de la mitad del territorio mexicano a los Estados Unidos. De un día para el otro, millones de personas se hallaban bajo el dominio de otro país.

Estos cambios arbitrarios de la línea fronteriza súbitamente obligan a quienes se encuentran del otro lado a adoptar leyes, idiomas, y costumbres nuevas. Y aunque hoy en día las fronteras no se mueven, sí se incrementan las condiciones de vida precarias que obligan a las personas a cruzar hacia el norte y a acoplarse a Norteamérica.

Cuando Ulises llega a Queens, este se enfrenta al choque cultural al ya no estar dentro de su comunidad de Los Terkos. Este consigue una habitación con otros mexicanos. Pero a pesar de compartir nacionalidad, rápidamente entran en conflicto. Los roomies lo critican por su forma de vestir, por su peinado, y por su “música culera”. Esto culmina en una pelea donde lo echan del departamento y lo persiguen para darle una paliza.

Desde la primera instancia en que Ulises se niega a ceder en sus ideales, es castigado por no acoplarse a las normas y por defender su identidad. Esto lo notamos en contraste con los mexicanos del departamento que ahora escuchan EDM (música electrónica), decisión que probablemente les facilita socializar y acoplarse dentro de la sociedad estadounidense.

Retrato de Gloria, mujer de cabello corto con aretes, sonriendo

Gloria Anzaldúa

Sin cara, sin nombre, invisible, hostigado con “Hey cucaracho”. Temblando de miedo pero lleno de valor, un valor nacido desde la desesperación.

Después de ser echado a golpes de su residencia, Ulises encuentra trabajo limpiando el tejado de un señor chino. Su nieta, Lin, se ve fascinada por la apariencia única de Ulises y le ofrece quedarse en un cuarto del techo sin decirle nada a su abuelo.

En sus interacciones, Ulises habla únicamente en español. Lin hace un esfuerzo por comunicarse con él en inglés, preguntándole curiosamente sobre su cultura, y regalándole un diccionario para que aprenda el idioma. Aunque ella cae en la trampa de exotizarlo, su calidez y apoyo la vuelven una de las pocas personas que lo reconocen como a un sujeto en vez de simplemente verlo como a un migrante más, mano de obra barata, o un ser invisible en la calles.

Ulises se resiste a la asimilación de múltiples maneras, siendo una de ellas su negación a adoptar el inglés. Aún cuando Lin le regala el diccionario, Ulises prefiere arreglárselas hablando español lleno de coloquialismos con quien se le ponga enfrente, le entiendan o no. Al hacer esto, se refugia en sus orígenes para preservar su identidad y le pinta el dedo al establecimiento que le obliga a adaptarse pero que por el otro lado no está dispuesto a escucharlo o a entender sus costumbres.

Esta misma rebeldía se puede ver en el trabajo de Gloria Anzaldúa, quien optó por escribir en chicano, mezclando inglés, español, regionalismos, poesía, corridos, y canciones populares dentro de su escritura. Esto lo hace en oposición a la academia, que la limitaba y obligaba a utilizar el inglés y un lenguaje formal para expresarse. Para ella, el chicano es un lenguaje que se crea y evoluciona de acuerdo a necesidades y circunstancias de vida.

Esta es una acción política que obliga a considerar condiciones y perspectivas diferentes, así como presenta formas válidas de conocimiento y expresión que van más allá de la normatividad anglo-occidental. De esta misma manera, la terkedad de Ulises lleva a los demás a considerarlo como una persona, dándole presencia en un entorno que lo invisibiliza.

Lin, una adolescente china, compartiendo audifonos con Ulises, un joven moreno. Ella tiene expresión alegre y Ulises seria

Ulises le enseña fotos y videos de su comunidad a Lin

Otra manera en la que se aferra a su cultura es con el reproductor MP3 que carga en su bolsillo lleno de cumbias rebajadas. En múltiples ocasiones vemos a Ulises recordando a sus amigos y a su comunidad mientras escucha música y baila. Intentando aprovechar su talento, Ulises baila en el metro pidiendo dinero, sólo para ser hostigado por los vagabundos y la policía.

El constante nado a contracorriente de Ulises aunado a su añoranza de Monterrey resultan cada vez más desgastantes. En una fiesta a la que lo invita Lin, Ulises se emborracha, abandona a Lin, y busca refugio con Gladys, una prostituta colombiana a quien conoció con sus ex-roomies. Ella le da asilo por esa noche advirtiéndole de la hostil realidad de ser un inmigrante.

Al siguiente día, Ulises visita a Lin buscando ayuda. Molesta por ser abandonada en la fiesta, cuando su abuelo le pregunta quién está en la puerta, ella contesta “Nadie” y la cierra. Nuevamente, Ulises pasa a ser un sujeto invisible sin reconocimiento en las calles. Es aquí cuando toca fondo y compra pegamento en una ferretería para drogarse. Debajo de un puente toma unas tijeras y se corta los distintivos flecos de su peinado, cediendo una parte crítica de su identidad.

La agonía de la insuficiencia – Para escapar el riesgo de la vergüenza y el miedo, uno adopta una actividad repetitiva y compulsiva para ocuparse, distraerse, y mantener a raya a la conciencia. Uno se clava en beber, fumar, tomar pastillas, hacer amistad tras amistad que traiciona; repitiendo, repitiendo, para evitar “ver”.

Anzaldúa describe este momento de oscuridad como el estado Coatlicue, tomando el nombre de la deidad azteca del nacimiento y de la muerte. Coatlicue es una representación de lo contradictorio y del conflicto entre opuestos. Este estado es cuando caemos en el malestar o la adicción para sobrellevar tiempos difíciles.

Este es un momento de oscuridad pero también puede ser una oportunidad de transformación. En este estado de debilidad y vulnerabilidad es cuando podemos confrontar las realidades contradictorias dentro de nosotros y buscar entender lo que nos aqueja.

Ulises mirando a un escaparate con luces neon de perfil, serio

Ulises se siente fuera de lugar vagando por las calles de Queens

Para Anzaldúa estas contradicciones siempre estarán presentes en una mezcla de culturas, incluso dentro de una misma. Podemos admirar la calidez y el color de la cultura mexicana y repudiar su machismo. Enfrentar estos opuestos nos debe llevar eventualmente a aceptarlos, no a tratar de unirlos o de encontrar una única respuesta. Esto no quiere decir que recibamos al machismo con brazos abiertos, pero sí que tenemos un entendimiento de que nuestra cultura puede ser bella y horrorosa al mismo tiempo.

Porque yo, una mestiza

continuamente caminando fuera de una cultura

y dentro de otra,

porque estoy en todas las culturas al mismo tiempo,

alma entre dos mundos, tres, cuatro,

me zumba la cabeza con lo contradictorio.

Estoy norteada por todas las voces que me hablan

simultaneamente.

Lo que propone Gloria aquí se opone a la tradición filosófica europea que identifica una dualidad sujeto-objeto, o una síntesis nacida de la unión de una tesis y antítesis como lo propone Hegel. En cambio, Anzaldúa propone una identidad y formulación de conceptos plural, donde las ideas opuestas coexisten y chocan entre sí constantemente.

Es natural encontrarse constantemente con contradicciones, y nuestro primer instinto siempre yace en tratar de reconciliar y resolver el rompecabezas que nos dé la Respuesta. Pero es probable que esta Respuesta no exista, y constantemente debamos debatir y cuestionar lo que se muestra como bueno y malo simultáneamente.

Cuando nos encontramos en el estado Coatlicue podemos llevar a cabo este debate interno y recentrar nuestra perspectiva. Una vez que somos de muchos lados, ya no somos de ninguno, y nuestra identidad se vuelve plural. Si reconocemos esta pluralidad y la hacemos nuestra, diferenciando entre lo heredado, lo adquirido, y lo impuesto, alcanzamos lo que Anzaldúa llama la conciencia mestiza: una conciencia fluida, que abraza múltiples maneras de pensar, que incluye en vez de excluir.

Cuando Ulises se corta el pelo, renuncia a una parte de sí debido a la fuerte presión del mundo exterior. Debido al constante choque de culturas, el migrante debe negociar aspectos de su identidad para equilibrar su supervivencia con su validación como sujeto. El proceso para alcanzar la conciencia mestiza es uno que toma tiempo y se encuentra lleno de tropiezos.

Ulises, sin player, encima de un edificio de concreto, mirando el resto de la ciudad con casas de concreto. Una calle se observa llena de personas

El Monterrey de antes ya no está. El Ulises de antes ya no está.

Después de este evento, Ulises es encontrado por la policía, arrestado, y eventualmente deportado a Monterrey. Un Monterrey donde la mayoría de Los Terkos han abandonado la pandilla para unirse a las filas de los F. Al contrario de lo que esperaríamos, Ulises se pasea por la ciudad sin llamar la atención.

Cada incremento de conciencia, cada paso hacia adelante es una travesía, un cruce. Soy de nuevo un alien en un nuevo territorio. Una y otra vez. Pero si escapo de mi consciencia, si escapo del “conocer”, nunca me moveré. […] “Conocer” es doloroso porque una vez que ocurre, ya no puedo quedarme en el mismo lugar y estar cómoda. Ya no soy la persona que una vez fui.

Durante su ausencia, el Monterrey que conocía cambió, y el Ulises al que conocía Monterrey cambió. Aunque ya no porta el atuendo cholombiano, sigue escuchando las kolombianas en su MP3 mientras camina por las calles. Al negociar una parcial pérdida y preservación de su terkedad, Ulises logra sobrevivir en su entorno.

En la escena final de “Ya No Estoy Aquí” vemos lo triste e irremediable de esta transformación al cruzar la frontera. Ulises ve su baile kolombiano interrumpido cuando la batería de su MP3 muere, obligándolo a mirar a Monterrey cara a cara. Al observar su hogar crudamente, dominado por el conflicto del crimen organizado, le queda claro que su ciudad es un lugar donde lo terko ya no encaja, donde la frontera se desangró para tornar todo irreconocible.

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